El día que Boca y River quisieron jugar en Malvinas

Mientras las bombas caían sobre las Islas Malvinas en 1982, una inusual propuesta futbolística surgió en Buenos Aires: llevar el Superclásico entre Boca y River al territorio en conflicto. La idea, que hoy parece impensada, fue impulsada con fervor patriótico por jugadores y dirigentes de ambos clubes en medio del clima de exaltación nacional que vivía el país.

Todo comenzó después de un empate 0-0 en La Bombonera, en un torneo renombrado como "Soberanía Argentina en las Islas Malvinas". Eduardo Saporiti, jugador de River, declaró a la revista Goles: "Para mí sería un orgullo pisar un suelo que por tantos años soñamos que fuera nuestro". Su par de Boca, Carlos Córdoba, añadió: "Nosotros tenemos la verdad y ése podría ser nuestro mejor aporte". Ambos incluso posaron juntos para una tapa histórica, imaginando el partido en territorio malvinense.

Los dirigentes no se quedaron atrás. Martín Benito Noel, presidente de Boca, lo calificó como "un deber patriótico", mientras que Jorge Kiper, de River, prometió hacer "todo lo que esté a mi alcance" para concretarlo. La propuesta ganó espacio en los medios, que en ese momento transmitían un falso escenario de triunfo argentino.

La cruda realidad se impuso cuando llegaron las primeras noticias veraces desde el frente. Saporiti, hoy con 65 años, reflexiona: "No se sabía lo que pasaba, no había información. Hoy lo veo con otros ojos". El proyecto, que nunca contempló los riesgos logísticos y humanos de jugar en zona de guerra, quedó como una curiosa anécdota de cómo el fútbol intentó, en vano, llevar alegría a un conflicto que dejaría 649 jóvenes argentinos caídos.