Semana Santa

Por qué se celebra el Domingo de Ramos: la importancia para los católicos

Conocé la explicación de esta fecha religiosa.

Este domingo 13 de abril, las iglesias cristianas de todo el mundo celebran el Domingo de Ramos, una fecha de gran significado espiritual que marca el inicio de la Semana Santa. Más allá de una conmemoración religiosa, este día invita a reflexionar sobre la humildad, el sacrificio y la esperanza, en medio de un mundo muchas veces convulsionado.

El Domingo de Ramos recuerda la entrada triunfal de Jesucristo en Jerusalén, un episodio narrado en los Evangelios (Mateo, Marcos, Lucas y Juan), donde Jesús llega montado en un burro mientras una multitud lo recibe con ramas de palma y olivo, al grito de: "¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!". Este gesto no fue solo una bienvenida festiva: tuvo un fuerte contenido simbólico. El burro representaba humildad y paz, en contraposición al caballo de guerra usado por los reyes conquistadores. Jesús no vino a dominar, sino a servir y entregar su vida por amor.

La celebración también recuerda lo cambiante del corazón humano. La misma multitud que lo aclamó ese domingo, cuatro días después gritó "¡Crucifíquenlo!". De allí surge la conocida frase: "Del hosanna al crucifícalo solo pasaron cuatro días", que nos llama a pensar cuán volubles pueden ser las masas, y cuán frágil puede ser nuestra fidelidad en tiempos de prueba.

Durante la jornada, en templos de todo el país, se realiza la tradicional bendición de los ramos, que son llevados por los fieles como símbolo de victoria, esperanza y paz. En muchas parroquias se organiza una procesión, seguida por la misa en la que, especialmente en el rito católico latino, se proclama el relato completo de la Pasión de Cristo, desde la traición de Judas hasta la crucifixión. El color litúrgico del día es el rojo, que representa el martirio y el amor sacrificado.

Aunque en algunos lugares los ramos son guardados como recuerdo o signo de protección, la Iglesia aclara que no tienen poderes mágicos ni son talismanes. Son un símbolo de fe, no un objeto milagroso. Creer en su poder como tal es considerado fetichismo, y se aleja del sentido verdadero de la celebración.

El Domingo de Ramos no solo abre la Semana Santa, sino que nos plantea una pregunta clave: ¿cómo respondemos nosotros a la figura de Jesús? ¿Lo reconocemos solo cuando todo va bien, o también cuando el camino se vuelve cuesta arriba? Este día nos desafía a no quedarnos en la apariencia del entusiasmo superficial, sino a comprometernos con una fe profunda, sincera y transformadora.

Más allá del marco religioso, esta festividad también transmite un mensaje universal: en momentos de crisis o dificultad, la esperanza puede renacer de lo más humilde. Así como Jesús entró en Jerusalén sin pompas ni ejércitos, la verdadera fortaleza humana muchas veces se expresa en gestos simples, silenciosos y valientes.

El Domingo de Ramos, entonces, no es solo una fecha del calendario litúrgico. Es una invitación a volver a lo esencial, a reflexionar sobre nuestras decisiones, a cuestionar nuestras certezas y, sobre todo, a caminar con fe hacia un futuro donde el amor, la justicia y la paz tengan la última palabra.

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