A 76 años del último terremoto en Salta: el crudo relato de un sobreviviente

En la madrugada del 25 de agosto de 1948, la población de Salta fue sacudida violentamente por un sismo de 7 grados en la escala de Richter, cuyo epicentro se ubicó en Metán. A las 3 de la mañana, mientras las calles permanecían desiertas y el silencio de la noche solo era interrumpido por el andar de algún trasnochado, un estruendo proveniente de lo más profundo de la tierra resonó, despertando a los salteños de su sueño.

El temblor, precedido por un eco tormentoso, causó una sensación de malestar inexplicable en quienes dormían, que pronto se vio confirmada por la caída de cuadros, copas, y el sacudimiento de lámparas y paredes. Desesperados, los vecinos abandonaron sus hogares y se lanzaron a las calles, muchos apenas cubiertos con lo que llevaban puesto. El reloj de la Catedral se detuvo a las 3:10, y las campanas de San Francisco resonaron varias veces como testigos mudos de la catástrofe.

A medida que la ciudad quedaba sumida en la oscuridad por el corte de energía eléctrica, una densa nube de polvo cubría el ambiente, y largas columnas de personas se dirigían hacia los paseos públicos o hacia la Catedral, iluminados por velas y antorchas improvisadas, buscando protección y consuelo espiritual. Monseñor Roberto José Tavella, primer arzobispo de Salta, ordenó abrir las puertas de la iglesia para que los fieles pudieran ingresar y orar en medio del caos.

Ese mismo día, se suspendieron las clases en toda la provincia para evaluar los daños en los edificios, y los diarios no pudieron ser distribuidos debido a la falta de corriente eléctrica. La tragedia dejó una marca imborrable en la memoria colectiva de Salta.

El Milagro en Metán

El historiador Eduardo R. Poma, en su libro "Historia de Metán y de la Frontera Salteña", relata cómo el sismo sacudió Metán a las 3:12 de la madrugada, siendo precedido por un ruido subterráneo que alarmó a quienes aún estaban despiertos. El tercer y más violento temblor, que duró 60 segundos, fue devastador, comparado con el terremoto que había destruido San Juan años antes. El epicentro en finca "El Rey" resultó en los mayores daños materiales y víctimas, afectando también a pequeños poblados cercanos como Estancia Vieja, Las Víboras y La Trampa.

El párroco José Mir recordó en 1968 cómo, esa fatídica madrugada, un grupo de fieles lo despertó para abrir el Templo y orar. Las escenas de pánico y devoción se sucedieron mientras las calles de Metán se llenaban de personas aterrorizadas que buscaban consuelo espiritual.

El 26 de agosto, el Hospital del Carmen reportó numerosas personas heridas, mientras que el intendente Ginés Álvarez lideraba las acciones de emergencia. La comunidad de Metán, marcada por el terror de la noche anterior, comenzó a rendir homenaje al Señor y la Virgen del Milagro, instituyendo un novenario y una procesión que se convertirían en tradición.

Rosario de la Frontera: un testimonio de tragedia

En Rosario de la Frontera, el sismo también dejó su huella. Don Frásedo Rojas, un antiguo poblador, relató cómo el viento sofocante precedió al temblor, que derrumbó paredes y el campanario de la iglesia. El pánico se apoderó de la población, que pasó la noche en las calles, temiendo más réplicas. El sismo cobró la vida de una mujer, aplastada en su hogar, y causó daños significativos en la infraestructura local.

El sismo de 1948 sigue siendo un recordatorio del poder de la naturaleza y de la resiliencia de las comunidades salteñas, que supieron encontrar fuerza en la fe y en la solidaridad para superar uno de los momentos más aterradores de su historia.