Una postura negacionista de las violaciones de DDHH en Venezuela
Desde diciembre de 2019, el Gobierno ha utilizado cada oportunidad para avalar en los hechos al régimen chavista.
Convertido en un verdadero abogado del régimen chavista, el Gobierno Nacional ha decidido retirar la demanda interpuesta por la Argentina junto a Canadá, Chile, Colombia y Paraguay en 2018 contra el régimen de Nicolás Maduro ante la Corte Penal Internacional (CPI) por las graves violaciones a los Derechos Humanos en Venezuela.
Pero a pesar de que las violaciones sistemáticas a los Derechos Humanos en Venezuela han ido en aumento, las máximas autoridades de la Argentina han optado por abandonar el reclamo de vigencia de los mismos en ese país. La medida fue instrumentada por por la embajada argentina en Holanda al organismo con sede en La Haya el 24 de marzo pasado en momentos en que el gobierno anunció el retiro de la Argentina del Grupo de Lima.
Desgraciadamente, esta actitud de la diplomacia argentina no resulta novedosa. Desde diciembre de 2019, el Gobierno ha utilizado cada oportunidad que se le ha presentado para avalar en los hechos al régimen chavista.
Tan sólo días después de la asunción del poder, la nueva administración desconoció a las autoridades de la Asamblea Nacional venezolana y quitó el reconocimiento a la embajadora Elisa Trotta, representante en Argentina. Al tiempo que, en junio de 2020, durante una conferencia con el ex presidente del Brasil Luiz Inácio Lula da Silva, el Jefe de Estado argentino sorprendió al decir que extrañaba a varios líderes sudamericanos enrolados en el llamado Socialismo del Siglo XXI tales como Evo Morales, Rafael Correa y el mismo Hugo Chávez Frías.
En septiembre de 2020, el embajador argentino ante la Organización de Estados Americanos (OEA), explicó que, según el oficialismo, existe "una visión sesgada de la violación a los derechos humanos en muchos países" de la región y consideró que el régimen venezolano estaba bajo una "arbitraria presión internacional".
Y en diciembre de ese año, el Ejecutivo argentino respaldó al régimen enviando un representante a la jura de autoridades legislativas surgidas de un proceso electoral fraudulento y viciado sustanciado el día 6 de ese mes en lo que fue un verdadero "simulacro" electoral perpetrado para consagrar representantes adictos a los ocupantes del Palacio de Miraflores.
Pero todas estas medidas no pueden ser interpretadas sino como una deliberada política exterior que coloca a la Argentina al servicio de la dictadura chavista. Al hacerlo, se desconocen las grotescas violaciones a las libertades individuales en Venezuela, adoptando una verdadera actitud negacionista frente a las gravísimas violaciones de los derechos humanos que tienen lugar en ese país.
Una vez más, las autoridades argentinas han optado por apartarse de la tradicional adhesión de nuestro país a los ideales de la Democracia y el respeto de los Derechos Humanos, dos pilares fundamentales de nuestro sistema constitucional. Esta realidad nos ha alejado de nuestros vecinos sudamericanos que mantienen el reclamo por los elevados e irrenunciables valores por los que tantos compatriotas han luchado durante años de dictaduras.
La actitud del Gobierno, a su vez, implica una bofetada en la cara a los miles de venezolanos que padecen encarcelamientos, torturas y ejecuciones así como a los cientos o miles de ciudadanos de ese país que han tenido que atravesar la traumática experiencia del destierro y han venido a la Argentina en búsqueda de un futuro mejor.
La triste historia reciente de nuestro país nos ha enseñado las aberrantes consecuencias que pueden suceder tras la interrupción del orden constitucional y su reemplazo por un régimen dictatorial. Pero en las Américas en el siglo XXI a menudo las democracias no son sustituidas mediante tradicionales golpes de Estado. En nuestro tiempo las democracias suelen ser desmontadas desde adentro, mediante la remoción, una a una, de cada institución de la República.
La Venezuela de los últimos veinte años resulta un caso acabado de ese fenómeno. Ello tuvo lugar a partir de la llegada de un gobierno elegido con innegable legitimidad de origen pero que a poco de andar comenzó a erosionar las instituciones del país hasta provocar un verdadero cambio de régimen. Fue así como después de ser elegido democráticamente como presidente de Venezuela en 1998, Hugo Chávez Frías juró ante una "moribunda" Constitución y casi de inmediato se lanzó a una serie de reformas que en los hechos transformaron al país mutando aquella democracia en una suerte de cuasi estado-fallido de nuestros días. Un informe de la Alta Comisionada de Derechos Humanos de las Naciones Unidas Michelle Bachelet, consigna la existencia de torturas, asesinatos y presos políticos en ese país.
Durante la última dictadura militar (1976-1983) muchísimos argentinos encontraron refugio en la Venezuela democrática de aquellos años. Eran tiempos en que casi la totalidad de los países de la región estaban dominados por gobiernos de facto. Entonces, Venezuela era uno de los poquísimos países que escapaban a aquella regla -otros dos eran Colombia y Costa Rica- y ello la había convertido en un faro de libertad para las Américas. En homenaje a ese pueblo, sometido desde hace dos décadas a un régimen cada vez más despótico, es que debemos alzar nuestra voz frente a cada atropello contra la libertad.
En materia de Derechos Humanos no caben los dobles discursos ni las actitudes sinuosas. Se está del lado de los Derechos Humanos o se está del lado de las dictaduras. Resulta inaceptable ver cómo una vez más el gobierno argentino ha optado por colocarse a sí mismo en la posición de abogado de los violadores de los Derechos Humanos.