El secreto que nadie sabe del diablo: por qué no hay que verle la cara
Este fin de semana será carnaval. Todo el mundo viajará a festejarlo a Jujuy. Sin embargo pocos conocen la verdadera historia.
En el norte de Jujuy, el verdadero diablo guarda celosamente su identidad, consciente de que su nombre original debe permanecer en el anonimato. Familiares y amigos evitan llamarlo por su nombre real, ya que el auténtico diablo del carnaval jujeño se sumerge en su papel desde que llega a su comparsa hasta que se retira, manteniendo su careta y cabezal sin revelar su verdadera identidad. La premisa es clara: ocultar la persona que ha estado trabajando o estudiando durante todo el año, y liberar esa parte de alegría y desenfreno característica del carnaval.
Este diablo auténtico comprende que es el alma de su comparsa, por lo que se entrega al baile de manera incesante. Para comunicarse, extrae un hablar peculiar de un duende escondido en su garganta, un duende pícaro que destierra todas las penas al olvido. El maestro Fortunato Ramos, en una explicación, señaló que durante el desentierro, el diablo se arrodilla, ofrece a la Pachamama vino, cerveza y chicha, y reza. "El diablo no debe ser reconocido. Si se embriaga y queda dormido, le quitan la máscara, pierde; ese diablo pierde el compromiso con la Pachamama y espera un castigo. Mucha gente desconoce esto, y el turista llega pensando que es un gran espectáculo".
Fortunato hace hincapié en que el turista, muchas veces ajeno al verdadero significado del carnaval, llega inocente, por lo que es deber de cada jujeño conocer el contenido de estas tradiciones para poder explicarlo. "Todo tiene una relación, cada persona mayor le puso reglas a su comparsa, le puso sus enseñanzas".
La costumbre del disfraz en el carnaval jujeño es una tradición arraigada de muchos años, y quienes se visten para la ocasión deben ser conscientes del compromiso que asumen tanto con la Pachamama como con su comparsa, representando así a la tierra y a su propia comunidad.
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