A 33 años del atentado a la Embajada de Israel, una herida imborrable
El 17 de marzo de 1992 una bomba se cobró la vida de 29 personas y provocó más de 200 heridos. Fue el primer atentado terrorista de magnitud en suelo argentino y marcó un antes y un después en la historia del país.
El 17 de marzo de 1992 quedó grabado a fuego en la memoria colectiva de los argentinos. Ese día, un atentado terrorista sacudió el corazón de Buenos Aires, destruyendo la Embajada de Israel y cobrándose la vida de 29 personas, además de dejar más de 200 heridos. Este acto de barbarie no solo fue un golpe devastador para las víctimas y sus familias, sino también una afrenta a la soberanía nacional y un intento de fracturar los históricos lazos entre Argentina e Israel.
A las 14:47 horas, una explosión colosal redujo a escombros el edificio de la Embajada, ubicado en la calle Arroyo al 900. La onda expansiva afectó también a construcciones vecinas, incluyendo una iglesia y un hogar de ancianos, dejando una escena de caos y desolación. Entre los fallecidos había diplomáticos, funcionarios, transeúntes y niños que se encontraban en una escuela cercana. El ataque, ejecutado con una bomba de alto poder, fue el primer atentado terrorista de magnitud en suelo argentino y marcó un antes y un después en la historia del país.
Las investigaciones posteriores, llevadas a cabo por la Justicia argentina, determinaron que el atentado fue perpetrado por el grupo terrorista Hezbollah, bajo órdenes directas del régimen de la República Islámica de Irán. Este hecho no fue un acto aislado, sino parte de una estrategia más amplia diseñada para desestabilizar a Argentina y forzar un cambio en su política exterior, particularmente en su relación con Israel. Dos años después, el 18 de julio de 1994, otro ataque terrorista contra la AMIA (Asociación Mutual Israelita Argentina) reafirmaría esta siniestra agenda, dejando un saldo de 85 muertos y cientos de heridos.
El fallo de la Cámara Federal de Casación Penal, emitido el 11 de abril de 2024, confirmó de manera contundente la responsabilidad del gobierno iraní en ambos atentados. Según el tribunal, Irán no solo financió y proporcionó la logística para los ataques, sino que también dio las directivas para su ejecución. Este veredicto histórico puso en evidencia la trama internacional del terrorismo y la complicidad de un Estado extranjero en la violación de la soberanía argentina.
El atentado a la Embajada de Israel no solo buscaba causar destrucción y muerte, sino también sembrar el miedo y la discordia en una sociedad caracterizada por su diversidad y convivencia pacífica. Sin embargo, lejos de lograr su objetivo, el acto terrorista reforzó los lazos entre Argentina e Israel, dos naciones unidas por una comunidad de valores y una alianza estratégica basada en la defensa de la democracia, la libertad y la lucha contra el terrorismo.
A lo largo de los años, Argentina ha demostrado su compromiso con la memoria de las víctimas y la búsqueda de justicia. Desde el reconocimiento temprano del Estado de Israel por parte del presidente Juan Domingo Perón en 1949, hasta la reciente adopción de la definición de antisemitismo de la Alianza Internacional para el Recuerdo del Holocausto en 2023, el país ha mantenido una política exterior coherente y solidaria con Israel. Además, la visita histórica del presidente Carlos Menem a Israel en 1992, apenas cinco meses antes del atentado, y el anuncio del presidente Javier Milei en 2024 de un acuerdo bilateral en defensa de la libertad y la democracia, son testimonios de esta relación inquebrantable.
El atentado a la Embajada de Israel también debe ser recordado como un llamado de atención sobre la amenaza global del terrorismo. La dinámica utilizada por Hezbollah en Argentina es la misma que ha aplicado en Medio Oriente durante décadas, con ataques indiscriminados contra civiles y una agenda de destrucción que no distingue entre objetivos militares y políticos. La existencia de la Organización de Seguridad Externa de Hezbollah, dedicada a la "exportación del terror", confirma esta estrategia de expansión del odio y la violencia.
En este contexto, es fundamental que la comunidad internacional se una para exigir justicia y condenar enérgicamente a los regímenes y grupos que promueven el terrorismo. La impunidad no puede ser una opción. Los responsables del atentado del 17 de marzo de 1992 deben responder ante la Justicia argentina, y las víctimas y sus familias merecen ver cumplido su reclamo de verdad y reparación.
Hoy, 33 años después, el dolor sigue vivo, pero también la determinación de no olvidar. Desde Argentina, un país que ha abrazado la diversidad y la convivencia pacífica, alzamos nuestra voz para honrar a las víctimas, reclamar justicia y reafirmar nuestro compromiso con la lucha contra el terrorismo y la defensa de los valores que nos unen como sociedad. El atentado a la Embajada de Israel no solo fue un ataque contra un edificio, sino un intento de destruir los principios que sostienen nuestra democracia. Y en eso, los terroristas fracasaron. La memoria, la verdad y la justicia prevalecerán.
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